Este es un escrito sobre Nueva York, quiero contarles detalladamente cómo me fue, y dado que el instagram solo publica lo feliz y lo radiante de la gente, de su familia y de sus paseos, me dio por hacer un Goodies para contar un poco más de lo que no se puede cambiar con un filtro Valencia o Lo-fi acerca de mi viaje, quiero sacar aquí esas sombras que lo acompañan a uno a todas partes, pero que se quedan por allá guardadas y que le hacen creer a los que no pueden verlas en los perfiles del Face, que los demás tienen vidas perfectas. Por eso, me animé a escribir un poco acerca de lo que sentí estando en la “capital del mundo”, para que no se quede escondido, para ver si compartirlo me ayuda a integrarlo y a lo mejor le puede ser útil también a alguien más.
La verdad es que fue un viaje maravilloso, lo había soñado desde hace muchísimos años con mi novia Loli, además, era doblemente feliz, ya que un par de hermanitos, de esos que no son de sangre, sino que uno tiene la fortuna de encontrárselos ya grande, se fueron a vivir a Estados Unidos desde hace 1 año. Eri y Santi, por quienes sentimos un amor gigantesco, nos ofrecieron el hospedaje, los desayunos más deliciosos del mundo en Colina Cuervo (el café donde trabajan) y muchos abrazos fuertes, esas tres cosas fueron razones más que suficientes, para terminar de decidir que era el momento de ir a visitarlos.
La verdad, es que tal vez el momento en el que nació el sueño de ir a NY, muchos años antes de conocer a Eri y a Santi, yo era radicalmente diferente, ya había tenido la oportunidad de viajar a Estados Unidos y me había sentido muy a gusto, pero no calculaba la dimensión de mis propios cambios espirituales y la gran avalancha emocional que se avecinaba, yendo con una cabeza, un corazón y un espíritu tan diferentes, a los que había tenido hace unos años cuando nació la idea del paseo.
Los que me conocen, saben que desde hace más o menos 3 años, comencé un camino de vida en el que he intentado establecer la mejor conexión posible con la tierra y con los demás seres vivos, después de haber vivido una época bastante oscura, diagnosticado con etiquetas psiquiátricas y medicado con gotas de clonazepam, estuve buscando entre muchas religiones y grupos, la respuesta y el camino hacia mi propia paz sin ningún resultado, pero después, comenzaron a aparecer los milagros, mi familia, Caro, Fernando Gonzalez, un psicoanalista mago y un combo de amigos maravillosos, me fueron ayudando a ver que tal vez la salida no era mirando tanto pa’ fuera sino más pa’ dentro y empecé a ver cómo mi camino era a través del amor y del cuidado de lo que me rodea.
En ese momento comencé a ver la tierra como una fuente espiritual que nos sostiene a todos y nos da la vida, empecé pensar con más detenimiento en lo que me comía y el impacto que tenía sobre el medio ambiente, cambié mi forma de transportarme, de comprar muchas cosas cotidianas, encontré un trabajo hermoso en un restaurante llamado Olivia donde comparten muchos de mis principios morales, sociales y ecológicos y podría ejercer una labor a veces tan superficial y dañina como la publicidad y el mercadeo, enfocadas hacia un buen propósito. Todos estos cambios surgieron alimentados por preguntas cómo: ¿dónde se queda toda la basura que hacemos con cada cosa que nos comemos? ¿en qué condiciones trabajó la gente que hizo la camisa que llevo puesta? ¿cómo y donde fue cultivada la comida que le permito entrar a mi cuerpo? ¿qué efectos tiene sobre mi bienestar la meditación, la respiración o el ejercicio?.
Aún no termino de volverme completamente vegano, ni yogi, ni zero waste, ni un monje iluminado, tampoco lo es totalmente la compañía en donde trabajo, aún hoy muchas de las cosas que compro y me como no son 100% sostenibles, ni soy el más juicioso y constante con el deporte, sin embargo, como me enseñó Mariana, la creadora del blog “Cualquier cosita es cariño”, no se deben dejar de hacer las cosas porque parezcan pequeñas o inocuas ante la desbordante avalancha de destrucción e inconsciencia que los humanos podamos producir día a día con nuestros actos. Aún hoy como lácteos y hago mucha más basura de la que quisiera, pierdo la calma fácilmente ante ciertas adversidades y paso largos periodos de tiempo sin meditar, pero ahí voy, sintiendo cada vez más que el propósito no es llegar a ningún punto de perfección, sino tal vez tan solo definir una dirección en la cual queremos andar.
¿A qué viene todo esto? ¿por qué echa tanta carreta este man y nada que habla de Nueva York? ¿qué tiene que ver la religión que había buscado con reducir la cantidad de basura que hace?. Pues bien, era muy importante hacer el antecedente, para que tal vez la anécdota sobre NY se pueda resolver en tan solo un par de líneas. El cuento es que la palabra RELIGIÓN, viene del latín “religio”, formada con el prefijo re- (indica intensidad), el verbo ligare (ligar o amarrar) y el sufijo -ión (acción y efecto). Para mí (y no estoy diciendo que ninguna religión sea incorrecta) la religión ha tenido que ver con entender lo que realmente somos, la profunda conexión que tenemos con el agua, la tierra, el fuego y el viento, la percepción de la hermandad que tenemos con todos los demás seres vivos, como plantas, humanos, suelos y animales.
Mi decisión de dejar de comer carne, reducir emisiones de gases dañinos o comenzar prácticas de respiración y yoga, han sido mucho más que modas o actos impulsivos guiados por la culpa, para mí (y reitero que es solo mi camino personal) cada acto cotidiano que llevamos a cabo, es susceptible de convertirse en un hecho religioso y de conexión. Finalmente, como leía hace unos días: no somos seres materiales viviendo experiencias espirituales, sino al contrario, somos espíritu puro, atravesando un corto momento material.
Si fueron capaces de resistir hasta esta parte del texto, los que tal vez no me conozcan, pueden estarse dando cuenta de mi cantidad de líos y rollos mentales, casi tan abundantes y pesados como las palabras de este texto, ahora podrán imaginarse el problema de soltar a un loquete de esta calaña, por ahí en las calles de New York sintiendo la estridente vibración del capitalismo, el consumo desmesurado y la producción de basura incontrolable; para mí fue una experiencia realmente agobiante el ver la cantidad de pantallas y luces que anunciaban productos, fijando intensamente la mirada de transeúntes en objetos externos, impidiendo mirar hacia el propio corazón, donde podemos descubrir que necesitamos mucho menos de lo que nos hacen compran.
Sin embargo, eso no fue lo más grave de todo, lo más duro vino cuando pude ver algo peor que todas las luces, la basura y la comida desperdiciada, estando allí, también pude verme a mí mismo, lleno de juicios y señalamientos, poniendo etiquetas a todo como si mi papel fuera determinar lo bueno y lo malo, lo bonito y lo feo, quizá de todo ese paisaje, lo más duro era mi propio juez, tan ocupado en todo lo que tenía que sentenciar, que era incapaz de ver la belleza de una sola ciudad en donde podían compartir la banca del tren dos culturas, que tal vez en otro lugar del mundo se estaban asesinando a sangre fría, el juez no había visto la enorme cantidad de pensamientos, creencias y países reunidos, muchos de los cuales ni sabía que existían en el planeta, al juez le costaba ver las deliciosas recetas veganas que lograban cautivar incluso a quienes comían carne y por fin veían la posibilidad de una nueva dieta, mucho más sostenible pero igualmente deliciosa que la de siempre. Estas son solo algunas de las maravillas de NY invisibles para mi verdugo interno que se la pasaba señalando. Afuera, habían miles de razones para alegrarme y me costaba verlas, una enorme cantidad de gente andando en bici, los altos ejecutivos de wallstreet en el tren y no en una gigantesca camioneta de alto cilindrase para un solo pasajero, las tiendas de ropa second hand donde entra todo tipo de gente y compra con gusto, dándole un nuevo uso a lo que en otro lugar del mundo estaría en la basura… y así podría seguir y seguir con esta lista.
Resumiré todo, diciendo que NY con sus extremos contrastes, pudo despertar gigantescos monstruos que por un instante me hicieron sentir que no podría resistir, al igual que me regaló la posibilidad de hacer una mirada introspectiva y minuciosa de todo lo que soy y de lo que en medio del camino espiritual que elegí, debo siempre recordar: “Todo lo que vaya a hacer o a decir, debo hacerlo o decirlo con amor, hacia mi y hacia los demás”, eso es algo aparentemente obvio, pero que fácilmente se olvida, con el ego haciéndote separar a las personas entre buenos y malos, tan solo por comer o pensar de una u otra forma.
Al final del viaje, el día que nos disponíamos a regresar hacia Colombia, un gigantesco aviso en el aeropuerto (como los que tanto había odiado en Times Square) me hizo encharcar los ojos con un mensaje que decía “I love NY”. En aquel momento sentí que así era, a pesar de creer que la odiaba, me había enamorado de esa mujer desbordada y extravagante, esa señora materialista y demandante que me devolvía hacia mi país sin un dólar en el bolsillo pero con el corazón y el espíritu llenos de alimento por digerir e integrar.
Al final, descubrí que NY era una mujer como las que me atraen y me enamoran, una amante de esas que uno siente que están fuera del alcance de uno, es atractiva, bonita, misteriosa y muy loca, ella puede llevarlo y traerlo a uno en un segundo del amor al odio y viceversa, su magnitud y megalomanía, hacen que los esfuerzos típicos por controlar y contener todo lo que hay afuera sean inútiles, enseñándonos que la mejor forma de amar y de vivir es contemplando y respirando, lleno de gratitud, esperanza y humildad.